Saturday, September 13, 2008

PALOMITA BLANCA " PALOMITA SONSA, VIDALITA DE PIQUITO BOBO"




- A mí me gustaba tanto septiembre por el dieciocho, y porque venía la primavera, y cuando estaba en tercer año una vez hicimos un paseo a los cerros de Renca, con cocaví y todo, y la señorita nos explicó sobre las flores y la primavera y los padres de la patria y a mi me gustaba Manuel Rodríguez.

Pero, ahora, después de lo de Porotito, no tenía ganas, no tenía deseos.
Quería como morirme.
Fui con la madrina tres veces a Santo Domingo, que ya ni a la iglesia podíamos ir porque todo estaba lleno de letreros y gritos y desfiles y había estudiantes en el centro y en la mañana y en la tarde se daban de palos y disparos y bombas lacrimógenas y parecía que se iba a acabar el mundo y la noche del 3 de septiembre mi madrina atrancó bien la puerta y me dijo que no íbamos a salir, y que ella ni siquiera iba a salir a votar al día siguiente, que estaba muy vieja, y que no me iba a dejar sola me dijo, porque me veía que yo no podía ni levantarme de la cama y a puras agüitas no más, y me dijo que me lleven presa, no más, no me importa total, quién va a saber de una pobre vieja...

Y don Lucho, Dios lo tenga en su santo reino, me va a perdonar que no le dé el voto a Alessandri... Y así no más lo hizo y esa noche dormimos mal, entre gritos y balazos y sirenas de bomberos y comunicados de la radio, y como a las tres de la mañana daban golpes en la puerta y en las casas vecinas del cité, que era bien tranquilo, pura gente decente, y la radio y más gritos, y yo en la mañana me use a leer una novela de Corín Tellado que me había prestado la Mirta y que parecía lo que me estaba pasando a mí, aunque Juan Carlos se llamaba Adolfo y era anarquista español perseguido y María era de una familia rica y noble y los padres se oponían al matrimonio y él le enviaba flores y cartas con una sirvienta coja y los dos se juntaban en un parque, en El Retiro, y cantaban una canción de Rafael, "cuando tu no estás, no tengo a nadie... " Todavía no iba ni en la mitad del libro.

En la mañana del cuatro de septiembre la radio y los puestos móviles, y que ya había votado Allende, y que Alessandri votó en Mapocho, y que Tomic, y que los incidentes y los atentados, y yo veía a Juan Carlos que no había aparecido más, con su pistola y en el auto, y quién sabe qué podría pasarle, hasta muerto podía estar, que era tan mala cabeza, y mi madrina estaba bordando unas sábanas que le habían encargado, y me dijo que cuando yo me casara ella me iba a bordar un juego de sábanas maravilloso, y yo me sonreía pa mis adentros, casarme yo... ¡y con Juan Carlos!

En la tarde comenzaron a dar los resultados y en la noche mi madrina le prendió cinco velas a la virgencita que teníamos en el dormitorio y se puso a rezarle y me dijo, reza conmigo para que no salga Allende.
Pero, a mí, como que gustaba Allende...

Total, nosotras éramos harto pobres y si podía hacer algo por nosotras, si hubiera salido antes, me decía a lo mejor el Porotito estaría vivo.
Y ya como a las nueve de la noche se sabía que había ganado Allende, por poco, pero había ganado.
Y se oían gritos y bocinazos, y en el cité todos gritaban y cantaban la Canción Nacional, y de la casa del lado llegaron a buscarnos, pero mi madrina no quiso salir y no quiso sacar la tranca de la puerta y me dijo que mejor nos metíamos a la cama, que quién sabía qué iba a pasar ahora, y estuvo rezando como hasta medianoche y yo seguí leyendo y también me preguntaba que qué iba a pasar ahora a Juan Carlos.

CUIDA DE TU NIDO, VIDALITA QUE ANDA SUELTO EL LOBO"
Como dos semanas después apareció.
De nuevo en el auto de la mamá.
Me dijo que teníamos que conversar.
Me llevó a tomar un jugo al "Villa Real" en Pedro de Valdivia.
Estaba nervioso y más delgado.
- ¡Se armó la grande! - me dijo-
¿Por qué, Juan Carlos?- Allende no llega al poder.-
¿No llega?- ¡No! ¡Vienen los militares!

Y me contó que su viejo estaba de nuevo en New York.
Que dos tíos ya se habían escapado del país.
Que la mamá estaba vendiendo todo.
Que había un enredo horrible.
Que el dólar estaba a sesenta.

- ¡Fíjate que el viejo cerró la casa de Santo Domingo!
¡Y va a cerrar la oficina en la Bolsa!
¡Liquida todo!-
Pero ... tú... ¿tú no eras alessandrista?-
¡No! ¡No era nada!
¡No soy nada, sino Silo!
Y, actuaremos... ¿entiendes?

Vamos a hacer algo... Bruno está reuniendo a la gente, ¿cachai?
Todos son unos corrompidos, Alessandri, Allende, Tomic, Frei, el viejo mío, todos...- Sí, Juan Carlos - repetía.
No podía casi hablar.
Era más tonta.
Cuando le veía los ojos, las pestañas negras...
Tenía el pelo cada vez más largo, y ahora usaba unos collares como de plata.
Después nos fuimos a "Las Terrazas" donde se juntaba con su grupo.
Y llegaron.
- La Democracia Cristiana apoya al paleta...
- ¡Chancho en misa!
- Se están tomando las casas en Vitacura...
En serio...
- ¡Chivas!
- Los Aldunate vendieron todo...
Ya están en París.
Dicen que soltaron un Mercedes dos ochenta en cincuenta mil escudos...
- ¡Todos ustedes son unos momios!
¡Por eso tienen miedo!
- ¡Na que ver!
- Nosotros, los tomicistas....
- ¡Ya estarán contentos!
¡Ustedes son los que llevaron a Allende!
- ¿Qué le sacai a Tomic?
- Ese es un cura, un jesuita, que juega a la izquierda...
- Si Tomic se hubiera retirado...
- Mi papá se va mañana a Buenos Aires...
- ¡Cobardes!
- ¿Qué quieres? ¿Que nos lleven al paredón?
¿Como en Cuba?
- ¡Cuba es distinto!
- ¡Chivas! ¡Igualito
- A mí, a mí me gusta Allende...
- Ya vai a ver caurita, cuando te deje sin nada...
- ¿Y qué? Si yo no tengo nada....
- ¿Y tus viejos?
- Mis viejos son distintos...
- Ésta está colocada porque es amiga de la Tatty...
Todos gritaban y estaban enojados todos, y en las otras mesas igual y andaba el José Luis enfurecido, aunque parece que ya estaba de nuevo amigo de Juan Carlos.
- ¿Y a ti quién te gusta, negra? - me preguntó el José Luis.
Me puse bien nerviosa y no supe qué contestar.
Habría querido decirle que a mí me gustaba Juan Carlos, que él era mi vida, mi cielo, el aire, que él era la primavera, así le decía Adolfo a la niña, la condesa, en la novela, pero qué me iba me atrever...

- ¡Esta cabra tiene que ser Allendista! ¡Me tinca!
¡Tiene hasta el color de las Allendistas!
¿De dónde la sacaste, Juan Carlos?
Me dio rabia, la pura.
Pero ahí Juan Carlos hizo algo que me gustó.
Se enojó con el hermano.
- Tú también eres negro... medio mulato!
¡Te pareces a Tomic, el traidor!
Y María es linda, no la ves...
Linda, ¿entiendes?
- Un poco ordinaria...
- Ordinaria será tu madre,
¡huevón de mierda!.
- ¡Ya, Juan Carlos! ¡Córtala!
- ¡La misma madre tenemos! - gritaba José Luis.

Parecía que se iban a pegar yo tuve miedo, pero Juan Carlos se levantó y me tomó de un brazo y me llevó al auto y nos fuimos a Lo Curro y allí, mirando Santiago, me dijo que sus hermanos eran unos desgraciados y que ojalá Allende los fusilara a todos.
Yo estaba tan contenta.
Al día siguiente me pasó a buscar, pero como habían empezado de nuevo las clases no me encontró.
Cuando regresaba, allí en la esquina de Salas con Dávila, frente al club social de "Don Cucho", vi el auto.
- Hace tres horas que te estoy esperando.
- Estaba en el colegio.
- Anda a dejar el bolsón y vuelve.
Yo corrí a la casa y a pesar de que mi madrina no quería dejarme salir.
Fuimos por la Costanera y luego por otras calles hasta el cerro San Luis, así me dijo que se llamaba, y allí arriba estuvimos callados un momento.
Después me dijo:
- Yo no soy como mis hermanos, María.
- Si... lo sé...
- Mi familia... tú no la conoces...
Ahora andan muertos de miedo, ¿cachai?
Dicen que se acabó Chile... eso dicen.
La casa pasa llena de gente.
Mi papá va y viene de New York, parece que está sacando plata, el viejo...
Me dijo que teníamos que irnos todos...
Yo no me quiero ir.
- ¡No! ¡No te vayas!
- Por... ¡Por Silo!
Yo no puedo abandonarlos...
- Sí.
- Es lo único que tengo, María... ¿Cachai?
O sea, todo lo demás está podrido... ¿Entendís?
¡Podrido!
- Sí, Juan Carlos.
- ¡Mi mamá, es una podrida!
- ¡No! ¡No digas eso!
- ¡Sí! ¡Es una podrida! - insistió.
Estaba extraño. A punto de llorar -.
¡Le pone cuernos al viejo!
¡Hace como cinco años que le pone cuernos!
¡Y todos lo saben!
Yo creo que hasta el viejo lo sabe y se hace el leso porque le conviene, porque el otro es el presidente de la compañía, y el viejo, por la plata... y la vieja es católica, entendís... Todos los domingos está en misa, en Vitacura... ¿Cachai?
- Sí, Juan Carlos.
- Y el José Luis es un huevón que lo único que le interesa es su huevada de Fiducia...
Y los curas... Y mis otros hermanos...
¡Ah, María! ¡Yo no sé... o sea, no me doy cuenta bien...
Bruno me dice que lea, que medite, que coma poco, que no tenga relaciones sexuales, que busque, o sea, la pureza, que hay que formar el alma, o sea... ¿tú eres virgen, María?
Se me atraganto todo adentro.
- Yo soy virgen - dijo.
Yo me puse a rezar.
Que no me fuera a repetir la pregunta.
¡Oh, Dios mío! ¡Virgencita de Montserrat!
- Yo necesito, o sea... creer en algo... ¿sabes?
Bruno me dijo que todos necesitamos creer en algo...
Y yo quiero creer, creer en Silo...
- Sí, Juan Carlos.
- Y, ¿sabes? Me gustaría, también...
- ¿Qué?
- Me gustaría creer... creer en ti.
Se me cortó el aire.

Bajé la cabeza. No sabía qué decir, qué hacer.
Entonces, él me tomó la mano.
Me la tomó y me la comenzó a apretar con desesperación, y después me tomaba cada dedo, y después me comenzó a besar los dedos y yo me acordé que la noche antes, con la Mirta, estuvimos haciéndonos las manos y estaban las uñas bien limpias y limaditas y con barniz blanco, y Juan Carlos me apretaba y besaba los dedos y yo cerré los ojos y dije: ¡gracias, Virgencita!




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