Saturday, September 13, 2008

PALOMITA BLANCA "QUE POCO TE QUEDA, VIDALITA DE LO QUE ANTES FUISTE"


Después me fue a dejar a la casa.
Nos comimos como cuatro plátanos y yo me reí porque una de las empleadas viejas le decía "niño Juan Carlos" y lo retaba, le decía que estos jóvenes de ahora que no llegan a dormir a sus casas, que andan como los huachos, y él me explicó que era la Rosalinda, una mama que tuvo de chico y que era pura boca no más y puro na que ver, y que la vieja era buena y le prestaba plata.
- ¿Y cuándo llegan tus papás?
-¡Qué sé yo!
El viejo es como tonto para el golf y no se mueve de Santo Domingo, y es capaz de pasar días enteros dándole con el palo.
- Y... ¿tus hermanos?
- Por ahí ... por ahí.
- ¿Tú eres el menor?
- Sí.
- ¿Y tienes hermanas?
- Dos.
- ¿Casadas?
- Una. La otra, la Consuelo, ya chutió al primero.
- ¿Y tienes tres hermanos hombres?
- No. Dos. El José Luis y otro más que es un pelota.

Quería saberlo todo.
Todo.
Quería acordarme por mucho tiempo de su pieza, de su escritorio lleno de libros, del tocadisco donde escuchamos a los Beatles y donde él me cantaba una cosa que no entendí y que él me escribió en un papelito, y que era algo como: "one day, you'll find that I'll be gone", y las camisas lindas que tenía y montones de zapatos y el sol que entraba en la pieza y caía en la cama y el canario que se llamaba Yusupoff, y yo quise decirle que yo iba a ser como ese rayito de sol que caía sobre la colcha, pero, claro que era una tontera como de Corín Tellado, y por suerte no se lo dije.
- ¿Has leído a Corín Tellado?
- No.
Entonces me fue a dejar y dijo que después se iba volando a Santo Domingo porque la vieja lo iba a matar, porque le había prestado el auto por un par de horas y yo le dije que tuviera cuidado porque era peligroso que manejara tanto y apenas si había dormido, pero él sacó otra botella como de pisco o algo y se la llevó para el camino y me fue a dejar y a mí me daba harta vergüenza que me fuera a dejar por esas calles tan sucias que hay detrás de la Vega, y pa más remate que yo vivía en la calle Salas al llegar a Lastra que es la más sucia de todas, con los camiones y las carretelas, pero él, bien dije, como que ni se fijó.
- ¡Nos vemos! - dijo.
Yo le quedé mirando, como triste.
- Un día nos vemos - agregó.
- Un día - repetí.
- Pregunto por María... y...
- María Acevedo Acevedo - le expliqué, para que no se fuera a perder.
- Pregunto por María Acevedo Acevedo.
- ¡Chaíto! - le grité.

Ya iba corriendo en el auto y le chirriaron las ruedas en la esquina que casi se da vuelta, y yo dije, Virgencita de Montserrat cuídalo, y entré a la casa de mí madrina.
Estaba más enojada.
Que yo era una perdida, que hablía ido a buscarme a todas partes, que la iba a matar de la preocupación, que venía llegando de las Postas, de la Asistencia Pública, que la Telma lo más bien que estaba trabajando y que quién sabe con quién andaba yo, que ella no me iba a aguantar más, que mejor me volvía a la población, que de la comadre Juana no podía esperarse trigo limpio, y que para qué ella había cargado con esta responsabilidad, que las muchachas ahora eran todas unas sueltas, que si no, que leyera lo del festival de los coléricos que estaba en todos los diarios y que había como cinco niñas de buena familia perdidas y que la Telma era harto mala de la cabeza de no haberle avisado que yo me había quedado a dormir con ella y que...
- ¿Vio a la Telma, madrina?
- Claro que la vi... Pero... tonta lesa yo... se me ocurrió cuando ya había echado los pies buscándote...
- ¿Qué le dijo?
- ¡Qué me iba a decir! ¡Qué fuistes a esa fiesta donde su tío y se les hizo tarde, y te quedaste a dormir con ella y no avisaron...
Me reí pa callado. La Telma era re buena galla. Un día le devolvería la mano. La Madrina también era buena como el pan.
- Y lo peor es que perdiste el colegio hoy...
- Un día madrina...
- Eras tan buena, hijita... Nunca me diste la menor preocupación. Siempre le decía a la comadre Juana, la María sí que va a salir hacendosa.
Entonces mi madrina se puso a llorar y a mí me dio mucha pena porque estaba ya bien vieja, de pelo blanco y medio encorvada y me quería igual que si fuera su hija.
- ... y fui a la Caja a cobrar el montepío y nada, no hay hasta el quince... todo se junta...
- Yo no quiero seguir estudiando, madrina...
- ¡Cómo que no!
- No. Yo quiero trabajar y ayudarla.
Somos muy pobres. Y los hermanos...
Quiero ayudarlos. La Telma me dice que puedo entrar de garzona, que ella le habla al dueño.
Yo ya había dicho varias veces a mi madrina eso, pero ella se enojaba siempre, y después me decía que todos los sacrificios que había hecho eran para que yo terminara la humanidades y fuera alguien, pero yo me sentía alguien, y ahora más que nunca.
Como a los diez días, cuando estaba en el colegio vino Juan Carlos y me tiró una carta por debajo de la puerta y por suerte mi madrina no abrió, porque fue en la tarde y ella andaba en la Caja, por lo del montepío.
Yo corrí a mi pieza y me encerré y tuve la carta apretada contra mi corazón, y pensaba qué terrible habían sido esos diez días y yo pegada a la radio y todas las canciones como que me hablaban de Juan Carlos y abrí la carta después y apenas decía nada, una frase, decía: "Ni una palabra de Silo a nadie. Secreto".
Y la palabra secreto estaba subrayada, y con letras grandes.
Ni firma, ni siquiera había dicho querida María o algo.
Nada.

Después vinieron unos días, fue como un mes, en que yo me sacaba puras malas notas y me ponía a mirar por la ventana donde había un patio con tierra y un naranjo viejo, y ahora estaba verde, y a veces llegaban unos pajaritos y me puse a dibujar en los cuadernos, llené dos páginas con el nombre de Juan Carlos, y traté de hacerlo también, pero me salió más feo, todo chueco, y no se lo dije a nadie, aunque me moría de ganas, y puse el nombre con unas letras negras en el bolsón, por dentro y dibujaba unos corazones con iniciales, y una tarde que se enfermó la señorita de Matemáticas, y nos fuimos más temprano, yo pasé a ver a la Telma y le conté.
- ¿Y él, te quiere?
- No sé.
- Pero, ¿te ha dicho algo?
- No. Nada.
- Es que es muy cabro, María... Búscate uno - más grande.
- A mí me gusta él.
- ¿Y me vas a decir que se bañaron desnudos?
- Sí... Pero no se lo vai a contar a nadie, Telma ... Júramelo...
- ¿Y a quién querís que se lo cuente yo? Oye... ¿y no hicieron nada?
- Nada.
- ¿Y si él hubiera pedido, oye?
- No sé... no sé...
- Lo que te pasa, es que estai enamorada, María...
Me asusté mirándola un rato con la boca abierta.

Era más buena amiga la Telma.
Hasta una blusa me prestó, de esas Caffarena, con flores y todo, y me veía re bien cuando iba a comprar el pan todos me gritaban cosas y uno me dijo: -
¡Dios le guarde las tetitas!
Y me dio rabia, pero no le hice caso porque era un roto mugriento medio curado, "El Milico", que desde que llegué a Salas que me andaba molestando, y ni a la puerta del cité podía salir porque siempre estaban algunos.
A veces venía la Mirta Soto, que me ayudaba a hacer las tareas de Química que yo no entendía nada, y le volvía a decir a mi madrina que por favor, que me dejara trabajar, que nunca iba a pasar a quinta, que era muy difícil, pero mi madrina se ponía furiosa y yo corría a encerrarme a mi pieza y ponía la radio a ver si salía Manzanero y una vez escuché cuando cantó eso de "esa tarde vi llover", y se me saltaron las lágrimas, y aunque no llovía, aunque estaba bien nublado, de todos modos, cuando decía "y no estaba s tú" yo me imaginaba a Juan Carlos corriendo en auto o haciendo quién sabe qué locura, y entonces sacaba el manojo de pelitos rubios que tenía, que todavía los tenía, en una cajita, los tenía y me ponía a besarlos como tonta.

Esa semana llegó la mamá a ver a la madrina y me dio harta pena verla, estaba más curada que nunca, y mi madrina dale que dale tazas de café, y mi mamá que resoplaba y lloraba y de nuevo estaba esperando, y mi madrina le decía que hasta cuando, y venía con el Lalo y el Porotito que me gustaba más porque se parecía un poco a mí, tenía los mismos ojos verdes, grandes, y era bien cabro chico, como tres tenía, y el Porotito a pata pelá y el Lalo con unas chancletas todas rotas, y estaba lloviendo ahora, y se ponían a comer el pan como si recién acabaran de conocerlo y mi madrina siempre terminaba enferma después de estas visitas y mi mamá decía que yo era una pará, que mejor me volvía a la población a ayudarla a lavar ropa, que la estaba convirtiendo en una señorita y que lo que yo era, era una puta, que ella sabía lo que había pasado con don Beno, que era el hombre que tenía, al que le decía antes tío, y entonces mi madrina se ponía hecha una fiera y le decía que toda la culpa era de ella que cuándo se ha visto hacer dormir a una niñita de seis años co ella y con don Beno, en la misma cama, y que cómo se atrevía a hechármelo en cara, que si no tenía corazón, y le gritaba que se fuera, que no volviera más, mientras yo no paraba de llorar, y la vieja me seguía gritando: ¡puta! ¡puta! y mi madrina la empujaba y le decía que iba a llamar a los carabineros y el Lalo la tomaba de un brazo y le decía, vamos mamá, vamos... Y el Porotito estaba sentado en el suelo de baldosas jugando con la cola del gato.


No comments: